Esta es la historia de la correntina y dice así:
Cuando me dejen salir, me voy a tomar el línea 7 que me lleva al José Hernández, no estoy muy segura de sime deja por allá, como no pude comprar la SUBE pediré prestado el pasaje, solamente ida porque vos me vas a traer en la Zanellita, ¿no?
Voy a buscar tu casa, igualita a las otras y te voy a leer, una por una, las cartitas que te fui escribiendo mientras estaba acá. En ellas te cuento del limonero que plantaron en el patio que nunca dio un puto limón, de las paltas que me fue trayendo la Nené siempre inmaduras y yo sin un diario para envolverlas, de las que se hicieron parejita en febrero y se separaron en junio (se quitaban los pelitos del bigote bajo el sol, con un espejito en forma de estrella), del sapo enorme que colgaba muerto en la reja principal y de cómo le culparon a mi compañera, a mi compañera de causa, digo; del día que conté 19 bombachas colgadas de la soga (ninguna era tanga) y de la vez que me dijiste que vendrías de visita, entonces le pedí a la Yayi que me depilara el cavado y vos no llegaste. Dice la Yayi que mejor, porque la chochi me había quedado mal afeitada.
También te cuento, con pocos detalles, de la que se escapó y como no es de Paraná llegó hasta 5 esquinas, le dio pánico y se pegó la vuelta. Parece que tenía un arreglo con el marido por algo de narcomenudeo o qué sé yo. Cuando contó preferí no escuchar, estaban las chicas del taller de murga y me entretuve con eso un buen de rato.
Después te voy a mostrar mi mano donde me tatué, en cada dedo, tu nombre. Cómo es de cuatro letras en el pulgar me dibujé un beso. Me lo hicieron con una agujita fina de esas que venden en forma de canastita, ¿viste? No me dolió nada, me lo hice pensando en vos y en por qué carajos me dejaste tirada esa vez.
Muchas de las cartas están en un cuaderno rojo que me regaló la maestra, otras sueltas, a esas sí te las voy a dejar. Es que a las del cuaderno las quisiera seguir trabajando con la Psicóloga, se llama Carla y es bien buena onda.
Ahí también te cuento de aquella vez que soñé que corría en chancletas, bajo la lluvia, rumbo al video club y alquilaba Mujer Bonita; después me daba cuenta de que no teníamos videocasetera y que nunca -y mirá que he visto varias- me crucé con una puta pelirroja como la de la película.
Junto a esas cartas van también las que le escribí a la Perla, pero si salgo de la provincia es solamente para irme a mi casa, así que se las vas a tener que llevar vos a Santa Fe. Nunca crucé el túnel subfluvial, la primera vez que le vi fue en la novela de Resistiré. Le decís que si tengo fea letra que me lo perdone, las manos me quedaron re callosas de hacer la fajina, el Puloy de acá no es para nada bueno.
En la última carta te cuento que te fui fiel y que si no te llamé para tu cumpleaños era porque no me quedaban pulsos, quise trocarlos por una belleza de manos a la Desiré pero me re cagó. Esa trava me la tiene jurada por lo que te conté de esa vez que vino el novio y me estaba dele mironear, crucé el patio y me paré de manos, a mí nadie me mira sin que vos digas sí primero.
Si hay algo que no me perdono, es que hoy es sábado, quiero salir a bailar y estoy encerrada en esta tumba. Una cumbiecita con vos sería la gloria, bebito. Me estás esperando, ¿no? Fue la Perla la que me metió en la cabeza lo tuyo con la Noralí, pero me niego a creerle.
Después sí, me voy a ir directo para Itatí, lo primero que voy a hacer es hablar con la Virgen, de rodillas voy a entrar porque soy promesante. Tengo un atadito con pedidos de las otras chicas y ahí, acaba mi periplo, a los pies del altar voy a poder soltar las lentejas que me dio mi mamá el año nuevo antes de que me traigan para acá, decía que significaban abundancia. No me caben en la billetera tantas creencias: plumitas de caburé, bombachas amarillas, uvas, estampitas de Santa Gilda, un dólar ajado por esto de la plata atrae a la plata, un trébol de cuatro hojas, un elefante de cerámica con el billete enrollado en la trompa, una pata de conejo y tu foto con la remera de Huracán, siempre tu foto.