Seleccionar página

Mera Diversión

Puedo pasar todo el día tirado en el piso tomando sol, sin preocuparme por todas las personas que pasan rápido, dando trancos largos igual que canguros o cortitos como tortugas. Salvo, algunas veces, corro a los gatos porque rompen las bolsas y desparraman toda la basura. Nada me molesta.  Soy tan vago que parezco viejo, y podría estar con los pobres ancianos del asilo que están sentados en la cama o en su silla de rueda, al lado de la ventana o de la puerta; pero existe una diferencia muy  grande: a ellos, la vejez le ganó quitándole vitalidad; en cambio a mí me ganó la pereza por goleada. El aburrimiento me tiene en sus palmas, nada me logra distraer ni ponerme histérico. Me mal acostumbré a estar así. Antes, cuando los pendejos tiraban cohetes en la vereda salía corriendo por que me cagaba en la pata, pero era tanta la adrenalina que al final sentía que terminaba riéndome. Ahora ni moqueo.  Y eso que no estoy sordo. ¿No sé qué me pasó? Antes sabía corretear, tirar la bronca a cualquiera que se me pasaba por el frente y me miraba mal, y así también me fue: recibí cada paliza inolvidable que vale la pena recordar. Recuerdo que una vez, me había escondido detrás  de un auto -más viejo que la escarapela- a esperar que apareciera el dueño para luego, ¡zas!, asustarlo como si estuviera poseído por Hellhound; sin advertir que el huacho llevaba en sus manos un caño, ¡páf! sonó mi cabeza, no me desmayé porque tengo una perra de ángel de la guarda. Resistí y seguí enfrentándolo para reírme un poco, cuando recibí el tercer golpe salí corriendo para escaparme de él. Mis camaradas se cagaban de la risa que tarde varios días que se me fuera la vergüenza.

                Como nada me preocupa, ni trabajo cuidando casas, llevando el diario a algún amo, o de payaso para entretener a algún pibe mal criado, puedo darme el gusto de estar tirados en el piso. Quizás hubiese sido diferente si trabajara cuidando algún ganado, o siendo competidor como los galgos, porque ellos si se divierten; pero no podría, prefiero estar echado en la vereda. Gracias a mi fama de holgazán consigo comida gratis; el dueño del kiosco de la esquina siempre me deja algo servido algún puchero o huesos en un plato de plástico que su esposa, doña Carme preparó. Para pasar el frio, nada mejor que los pozos. ¡Aguanten los pozos que cavé!, siempre evitando de romper los caños del agua. En ese sentido soy un buen vecino. No soy pretensiosos, con eso me basta y  sobra. Tampoco soy  tan maricueca como los caniches que hasta se hacen las uñas, porque cuando es necesario sacó coraje de donde sea. Cierta nochecita, presentí que tarde o temprano pasaría algo que me haría divertir y abandonar por un rato las mañas. Y así fue, al rato de esa corazonada, vi que en la tapia del Tuke, el kiosquero, había un tipo husmeando en el patio. No me agradó su aspecto y sospeché que alguna cagada se estaba por mandar. Le silbé al Cholo, que estaba roncando como una marmota, al no darme bola, me acerqué y le tiré un poco de arena hasta que se despertó. Con mirada cómplice le indiqué que mire a la tapia. Me mostró los dientes en una sonrisa picaresca y sus ojos se abrieron como dos huevos fritos. ¡Al fin algo de diversión!, me dijo. Nos acercamos despacito para no despertar sospechas. Entramos al patio del Tuke arrastrándonos por debajo del portón, nos escondimos bien pegaditos a la pared, y bien saltó el ratero, ladramos. ¡Uf, si nos hubiera visto lo rabioso que estábamos! ¡Bestias sacadas parecíamos! Le agarramos del pantalón y no lo soltamos. Él manoteó y pateó para salvarse pero nunca lo logró. Se meó y se cagó como un bebé. Cuando lo soltamos, él volvió a subir la tapia y salió corriendo a la calle sin darse cuenta que pasaba el auto de la policía. Voló. Trozadito quedó en el piso. Nos cagamos de risa por pura maldad. ¡Ojo, somos buenos pero en el fondo algo de malo tenemos! El Tuke nos vio que estábamos en su patio, y se dio cuenta que lo había rescatado de ser víctima de un hurto.

                La yuta apresó al boludo. Luego nos agradecieron, quisieron condecorarnos, pero no aceptamos, porque no somos buchones como los canes de la policía; lo nuestro fue solamente por mera diversión.