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Libra y la hoz

Por Flavia Nuñez Marquessini flavisssn@gmail.com 

Libra era una mujer inquieta pero no curiosa. Su inquietud se llenaba con tener los platos limpios y el living reluciente. Estaba casada con Carlos, un hombre de pocas palabras que nunca aspiró a mucho. Se casaron a los 22, una edad normal para la época, y para los 30 ya tenían dos hijas: Libia y Carla. Eligieron los nombres como un chiste que nunca le causó gracia a nadie.
Fueron esas familias de clase media que caían bien en el barrio porque no levantaban rumores ni llamaban la atención de nadie.
Para cuando Libra cumplió los 55 sus hijas ya no vivían bajo el mismo techo y los días con Carlos eran simplemente rutinarios, ni malos ni buenos, inertes. Sus días se abocaron a su casa, una construcción enorme que sobraba por todos lados.
Un día Libra estaba limpiando los techos con lavandina como solía hacerlo cada miércoles de cada semana, cuando la silla en la que estaba parada, esa que se había desoldado en una pata pero que a pesar que Carlos la cambió de lugar Libra volvió a poner en su sitio de siempre en la cocina, cedió y Libra cayó con un golpe seco al piso. Estaba sola, Carlos se había ido al mecánico y tardaría un par de horas en volver.
Ni ella ni nadie podrían llegar a saber cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero cuando despertó una figura sombría estaba parada a su lado y la contemplaba con paciencia. Tenía una capa negra, lúgubre y en el lugar donde estaría el rostro sólo se veía una espesa bruma grisácea.
Libra comenzó a incorporarse lentamente mientras se agarraba la cabeza del dolor. La figura de negro no decía nada.
Libra se sentó un poco y observó a ese otro desconocido por unos cuantos segundos
-¿Dónde está tu hoz?- preguntó desde el suelo
Silencio.
-¿Dónde está tu hoz? ¿No tendrías que tener una hoz?-
La figura estaba confundida. En sus años de trabajo había presenciado personas que lloraban, mujeres que gritaban, hombres que rogaban, adolescentes aliviados, niños que lo miraban absortos, pero nadie jamás le preguntó qué pasó con su hoz.
-La perdí-
-¿Cómo qué la perdiste?- replicó Libra de manera enojada
-Me la robaron-
-¿Te la robaron o la perdiste?-
Libra se levantó del suelo con dificultad y agarrándose la cabeza por el golpazo que se había dado.
-¿Tomás mate? ¿Té, café?- preguntó Libra, pero de cualquier manera, sin esperar la respuesta que nunca llegó, agarró la pava de acero, la llenó de agua y la puso al fuego de la hornalla.
-¿A dónde va?- preguntó la figura mientras Libra caminaba hacía el living
-A buscar una aspirina, ¿cómo querés que me siente a tomar algo con este dolor de cabeza?- contestó Libra con molestia. La figura se sentó a esperar.

Libra volvió a la cocina, eligió dos tazas floreadas y preparó un poco de té en cada una. Se acercó a la mesa, dispuso los elementos y se sentó mientras le ponía edulcorante al suyo.
-Bueno, ¿me vas a explicar lo de la hoz?-
Libra y la figura de negro comenzaron a hablar. Era una conversación algo incómoda como para decir que era una charla amena, pero Libra se desenvolvía como si estuviese hablando con una prima que hacía mucho no veía.
Ella ya no tenía amistades. Por el trabajo de su marido tuvieron que mudarse de provincia varias veces, tres para ser más exactos. Para la tercera mudanza, Libra ya no tenía ganas de conocer a nuevas personas, de hacer amigas, de compartir momentos con gente que no iba a volver a ver y que tampoco la buscaban para saber de ella.
A veces suponía que era porque su apellido griego era muy difícil de recordar, otras rememoraba con bronca momentos en los que Carlos tomaba demasiado vino y discutía en los asados barriales cosas que le daban vergüenza, y otras tantas pensaba que las visitas llegaban a las casas menos preparadas y que ella siempre tenía la casa impecable, como para recibir al Papa si era necesario, pero esto último lo descartaba inmediatamente.

Libra y la figura hablaban del paso del tiempo, de por qué los hombres se mueren antes que las mujeres y sobre lo triste que era llevarse el alma de un perrito, algo que a la figura conmovía mucho pero a Libra no, entonces fingía.

En un momento, se escuchó cómo Carlos estacionaba en la puerta de la casa.
-Bueno- dijo Libra con calma -Te vas a tener que ir y otro día seguimos-
La figura no entendió, pero Libra retrucó
-Si perdiste tu hoz no creo que seas un gran trabajador, así que podes venir la semana que viene a llevarme o a tomar otro té-
Libra comenzó a levantar las tazas y a lavarlas. Para cuando Carlos entró en la cocina, la figura se había esfumado.

Esa misma noche Libra casi no pudo dormir, no paraba de pensar: de qué maneras podría lograr que su nuevo amigo la viniera a visitar una vez por semana. Así fue cómo cada siete días Libra se inventaba su propia muerte: un día quiso limpiar el ventilador mientras estaba en funcionamiento, otro salió a comprar pan en medio de una tormenta eléctrica llevando un paraguas viejo de metal, otro día limpió la heladera descalza y sin desenchufarla, otra vez se lavó los dientes con pasta para pulir metales en lugar de dentífrico. Y así, cada semana Libra se compraba una visita de su amigo para tomar té y charlar.

Pero hubo un día en el que su intento de muerte salió mal y su amigo no apareció. Libra se angustió mucho pensando que tal vez su plan de ese día fue muy débil y por eso él no vino. Planificó toda una semana y en el siguiente intento agarró un tenedor de metal, le quebró tres dientes, lo insertó con fuerza en el enchufe hasta perder el conocimiento y quedar totalmente electrocutada.
Cuando finalmente abrió los ojos, había una figura de negro a su lado pero no era la misma. Libra se dio cuenta porque esta figura sí tenía su hoz.
-¿Por qué no vino mi amigo?- le preguntó entristecida a la nueva figura
-Lo echaron. No hizo bien su trabajo-.
Libra largó la carcajada. Nunca en su vida algo le había causado tanta gracia al punto de llorar de la risa. Se levantó, se acomodó un poco y volvió a preguntar:
-¿Y a dónde voy, está él?-
La figura asintió con la bruma espesa en lugar de cabeza.
Libra sonrió y emprendió el paso con su acompañante.

-¿Sabías que si perdes tu hoz no te dan otra?-.