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Ojos que miran sin ver

Por Carolina Lucero luccaro77@gmail.com 

Yo los veo, pero ellos no me ven a mi.

Son ojos que miran sin ver.

Ahora tengo uno sentado a mi lado, en un café de una esquina de una calle cualquiera, en una ciudad cualquiera.

¿Importa?

Podría decir de un país cualquiera.

Primero lo veo mirando a una chica de unos 25 que charla con un par de amigas. Él la mira, la observa descaradamente, como quien sabe que mirar no es un delito. Lo sabe.

Mientras tanto intercala con su cucharita, de su café.

Y revuelve, y mira.

Toma un sorbo y su centro de interés se desplaza a otro «sujeto»; el mozo que esta sirviendo la mesa de enfrente. Y sus ojos siguen la taza, la bandeja con medialunas, los sobrecitos de azúcar.

Y así va saltando de objetivo en objetivo, hasta que ya no hay más café. Entonces pide la cuenta, se vuelve a mi y me dice:

-Vamos?

Sin esperar respuesta se levanta, deja la plata sobre la mesa y sale. Algún desprevenido podrá pensar que fue un muy buen intento de ignorarme. Pero no, simplemente desaparezco de su campo de visión. Estoy ahí, pero no puede verme. Y cuando me habla, sólo me mira, pero no me ve.

FIN