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Recorrido Lector: Las penas del joven Werther

 Por Nicolás Díaz nicolassdiazz@gmail.com

            Si pienso en este libro pienso en una de las pocas cosas que disfrutaba cuando viajaba a Concordia para estudiar: leer. Miraba la ruta y el verdor inconfundible de Entre Ríos; la sombra de la cortina azulada del Jovi Bus atenuaba el brillo sobre el libro mientras esperaba el ¿café o jugo? y el alfajor de membrillo, por favor.

            Sin embargo, este libro contiene amargas penas amorosas y sentimentales. Aunque también una verdad reveladora y, sobre todo, necesaria para escritores y lectores: primero matar al personaje, después a nosotros mismos… si queda tiempo o, mejor dicho, ánimo. 

            Eso hacen los grandes escritores: canalizan las tristezas y las penas a través de la ficción. Es un compromiso con la realidad y quizás un extraño contrato con la literatura. Es que escribir es supurar la herida, dejar que salga lo que tenga que salir para no destruirnos por dentro. Muchos escritores célebres y creadores de obras importantes no pudieron encauzar completamente esos sentimientos y terminaron matando al personaje primero y a ellos mismos luego, pienso en el japonés Osamu Dazai, por ejemplo. Parece que a Goethe simplemente le quedó espacio para la despedida y no para suicidarse. Bien por Johann.

            ¿Que tiene la epístola que la convierte en un formato tan melancólico? Como buenos merodeadores de la privacidad de los demás que somos, las cartas nos llevan a ese lugar íntimo, personal y clave para comprender a fondo a los personajes. Me atrevo a decir que ninguna novela epistolar ha sido un fracaso. Pienso en Drácula, de Bram Stoker, Desde mi celda, de Gustavo Adolfo Bécquer o De profundis, de Oscar Wilde. 

            Nuestro joven Werther es un desesperado que navega entre el amor enfermizo, el cansancio de la vida y la elección del suicidio como solución final a sus tormentos. La idea de la novela proviene de una situación real que vivió Goethe: en 1772, trabajando en la Cámara Imperial del Sacro Imperio Romano Germánico, en Wetzlar, conoció a Charlotte, mujer casada con un hombre mayor tocayo de nombre. Charlotte le dejó claro a Goethe que no tenía ninguna intención de aventurarse con él. Tiempo después, Goethe se iría y no volvería a verla.

            Más allá de las penurias que cuenta Werther, que no son más que penurias amorosas de un personaje trágico, obsesivo y mentalmente trastornado, la importancia de este libro, en mi opinión, reside en comprender el nivel de salvación que proporciona la literatura. En este hecho real podríamos haber perdido a un gran escritor y jamás conocido una obra importantísima como Las penas del joven Werther. Goethe eligió el camino correcto: suicidarse en la ficción, extirpar el dolor, brindarlo en palabras al público, seguir viviendo.

            Recuerdo leer sobre el Efecto Werther o también llamado Copycat cuando leía el libro. Se trata de imitar lo que se ha leído o imitar las trágicas decisiones de algunas figuras importantes del mundo artístico. En el momento de su publicación, en 1774, la novela había sido popular entre la juventud y muchos habían imitado a Werther, es decir, se habían suicidado. Cuando me preguntaban qué estaba leyendo les contaba sobre este efecto. Muchos me miraban con temor de que tome la drástica decisión que había tomado Werther. 

            Pero no, yo ya estaba del lado de Goethe desde sus palabras preliminares: deja que este librito sea tu amigo.

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