¿Qué lleva a un hombre a golpear a una mujer? ¿Qué hace que quiera matarla? La autora propone un camino a la respuesta de estas fundamentales preguntas desde una mirada psicoanalítica, en discusión con la época contemporánea.
“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los súper machos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo.»
Eduardo Galeano
Hace tiempo que escuchamos en las noticias diarias una creciente tasa de “femicidios”. Como todo aquello que se pone de moda, este término se ha extendido hasta el hartazgo para nominar la muerte de una mujer en cualquier circunstancia. Es por ello que considero pertinente poder situar la especificidad de lo que entiendo por femicidio desde la perspectiva del psicoanálisis. El punto de vista que me interesa destacar en este escrito es el que se juega del lado del varón, ¿qué lleva a un hombre a golpear a una mujer? ¿qué hace que quiera matarla? Preguntas complejas que no pretenden ser respondidas en su totalidad en estas líneas, pero que guiarán el recorrido.
El psicoanálisis, que nunca deja de estar a la altura de su época, intenta pensar cuáles son los fenómenos que se suscitan en lo social para pensar cómo se configuran nuevas subjetividades. Miller sostiene que en la actualidad asistimos a un momento donde la hipermodernidad y la globalización derivan en lo que llama “feminización del mundo”. Esta designación responde, siguiendo las fórmulas de la sexuación propuestas por Lacan [1]Jacques Lacan: El Seminario. Libro 20: Aun. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2015., a que los sujetos de esta época dejan de ubicarse del lado macho de las fórmulas para estar del lado femenino.
“No es por la elaboración de un saber sobre eso que el sujeto hipermoderno sale de su ‘impotencia’ sino por el cortocircuito de un pasaje al acto violento. Aquí es dónde el psicoanálisis en tanto terapéutica podría aportar algo, un espacio para la elaboración.”
Estas fórmulas permiten a los sujetos orientarse en el campo de la sexualidad como seres hablantes. Del lado macho el padre se ubica como excepción; estando afuera permite cerrar el conjunto y arma la norma que prohíbe el goce; mientras que del lado femenino lo que hay es la falta de esa excepción. En la hipermodernidad, merced a lo que en el psicoanálisis llamamos la caída del Nombre del Padre, lo que falta es el elemento “No todo”; estamos en la época del Otro que no existe. Vivimos en un mundo sin fuertes creencias, sin grandes relatos colectivos que ordenen los lazos. El asunto es ver qué consecuencias se derivan de esto en el entramado social. Una de ellas que me interesa rescatar es la falta de referencia a una ley o prohibición al goce que entiendo es lo que está produciendo desastres en torno de los vínculos entre hombres y mujeres (no todos, claro está). Tal como lo expresa Sinatra en relación a cierta proliferación de asesinatos: “Estas acciones criminales se han diseminado por doquier como un signo de la desaparición de la función del “no” (…) -”si se puede, por qué no hacerlo?” [2]Ernesto Sinatra: “Los nuev@s adict@s. La implosión del género en la feminización del mundo”. Editorial Tres Haches. Buenos Aires. 2013. Pág 29..
¿A qué responden estas acciones criminales? En el campo de la relaciones “amorosas” habría que situar dos cuestiones. En primer lugar, cierta dificultad estructural en los hombres (más precisamente del lado de las neurosis obsesivas) en torno de aceptar la alteridad del goce. Es lo que comúnmente se conoce como la imposibilidad del deseo: se desea lo que está afuera, pero rápidamente se recurre a la maniobra obsesiva que consiste en matar el deseo del Otro, aplastando su alteridad para hacerlo entrar en la “jaula”, lo que hace que una vez dentro ya no se desee. Maniobra obsesiva para desmentir la castración que conlleva el deseo. La aceptación de las limitaciones de uno mismo y de la falta de autosuficiencia, el hecho de que necesito al otro. Ahora bien, en la actualidad y no tanto, se han producido variaciones subjetivas en los varones. Es lo que Lacan llamó ya con Hans, “las nuevas virilidades”. Existen hombres que esperan que sean las mujeres las que “les sacan los pantalones”, y ahí están ellas “ las nuevas patronas”, dispuestas a hacerlo. Hay un avance de las mujeres en el campo de las relaciones amorosas que es leído, con la caída del Nombre del Padre como “desvirilización”. La feminización junto con la desvirilización [3]Habría que precisar cuáles son las diferencias entre desvirilizacion y feminización, asunto que excede este trabajo. (tal como plantea cierta lectura) darían modos diferentes de posicionarse de los sujetos en el entramado social, prevaleciendo hoy en día ciertos “rasgos femeninos”, como lo amoroso y la proximidad en los vínculos.
Siguiendo esta lógica estaríamos en presencia de una época donde predominarían hombres “feminizados”. Si bien el asunto es complejo y excede el propósito de este trabajo arribar a una conclusión acabada del tema, habría que precisar respecto de esta discusión lo que entiendo es la diferencia entre un punto de partida y uno de llegada. Tal como lo entiende el psicoanálisis, un hombre que se analiza puede llegar a ser “menos bruto” y tolerar más esos rasgos femeninos, propios de la asunción de la castración. Pero hoy día lo que observamos es justamente lo contrario, como si a la desvirilización le siguiera no una feminización (en términos de castración) sino más bien un modo de restaurar violentamente, en la vía del pasaje al acto -esta es mi hipótesis- el “modo macho”. Aquello que ya no puede hacerse simbólicamente se hace en la práctica violenta. Habría una impotencia generada por la ausencia de cierta legalidad en torno del padre, que el sometimiento de la mujer en tanto depositaria del goce del Otro, intenta recuperar. No es por la elaboración de un saber sobre eso que el sujeto hipermoderno sale de su “impotencia” sino por el cortocircuito de un pasaje al acto violento. Aquí es dónde el psicoanálisis en tanto terapéutica podría aportar algo, un espacio para la elaboración. Faltaría precisar cómo se podría pasar de este fenómeno social al síntoma en cada quien.
Es decir que la feminización comprende dos aspectos, por un lado es aquello a lo que se accede luego de un análisis, es lo que sabemos por los testimonios de pase [4]Es el testimonio compartido a la comunidad de psicoanalistas de una persona que ha concluido su análisis. Bibliografía Consultada -Lacan, Jacques: El Seminario. Libro 20: Aun. Editorial … Continue reading. Luego de pasar por la novela familiar, el Edipo y el sentido, todo el análisis desemboca en que el Otro no existe, pero se verifica como una ficción necesaria para soportar el propio goce. Por otro, está la feminización cuando no hay una elaboración de la castración, cuando lejos de acceder a esa posición se pasa al acto, es la feminización del lado de lo “sin ley”, de la falta de regulación. En los varones, ya no es el obsesivo clásico con dificultades para aceptar la alteridad de ese goce Otro que la mujer representa para él y sus maniobras evitativas para no quedar al descubierto en su castración, son más bien sujetos que pasan al acto para suprimirla (la alteridad y con ella a la mujer). Esta clase de hombres supone a la mujer como parte de su propiedad, como un objeto del cual gozar. Anulan lo que de sujeto hay en el otro que puede oponerse a su modo de gozar ya que ese goce “más allá de ellos” les resulta insoportable. El objeto no debe gozar. De este modo desconocen que lo que se odia en el otro es el propio goce que se le deposita, tal como plantea Miller respecto del concepto de extimidad.
Para finalizar e intentando responder a las preguntas iniciales, sostengo por un lado que el femicidio estrictamente hablando es la muerte de una mujer por parte de un hombre que odia el goce que le supone tener y que lo deja en evidencia en su castración. Por otro, respecto a qué lleva a estos hombres a cometer semejante vejación, creo (más allá de la evaluación del caso por caso) que es la conjunción entre una dificultad para hacer con la alteridad del goce del Otro sumado a una dificultad para tramitar esto por vías simbólicas, propio de la época actual. Lo que se evidencian son pasajes al acto propiciados por la flojedad de las prohibiciones que hacen que un hombre pueda querer gozar de una mujer hasta el punto de basta. No hay quien diga que no, que del otro no se goza sin su consentimiento. Todo es posible, incluso la muerte.
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